A la edad de veinte años, Borona Virzuela decidió regresar desde Lima hasta Chavín de Huántar, con la intención de quedarse a vivir en tan apacible lugar, además éste era su pueblo natal. 

La núbil mujer tenía una cualidad que la distinguía de muchas personas de su entorno; era sencillamente liberal, entiéndase por ello en su sentido de independencia, seguridad en sí misma y tolerante, o como ella misma solía definirse en sus propias palabras: “Una chica con pensamiento libre y respeto hacia los demás”. Esta pequeña cualidad definió su devenir y sus relaciones sociales, para unos era una mala influencia y para otros era el mismísimo demonio. Ella aborrecía pues, lo absolutista, lo dictatorial y la intolerancia. Contraponía a su altruismo al miserable y al tacaño.

Una imagen caracterizaba a Borona Virzuela, solía vérsela por calles, plazas, museos y monumentos con su cuaderno de dibujo, lápices y gomas de borrar. A donde fuera que estuviera estaba ora dibujando una fachada, ora un retrato y pasaba horas tanto en el Museo Nacional Chavín, como en el Monumento Arqueológico, reproduciendo las figuras míticas en dibujos. Tenía una especial fascinación por los retratos.

Sus vivaces ojos café enclavados en un rostro de porcelana escondían una mente ágil y una lengua feroz. Su porte mediano, lo compensaba con un cuello delgado y muy estirado, la piel morena y el cabello corto, “lo tienes cortísimo, ya pareces hombre” solía decirle Doña Beatriz Cuéllar, beata septuagenaria e ícono del “modelo de mujer de antes”, según el cura del pueblo.

Borona Virzuela


Borona Virzuela fue admitida por una universidad capitalina para realizar estudios filológicos, hizo el primer año pero, lo dejó por una temporada, según dijo: “Para reflexionar acerca de lo divino y de lo humano en la tranquilidad de un pueblo tan bello y lleno de embrujo”.

Borona Virzuela nunca tuvo como principio hacerse enemigos, según decía “los enemigos se decantan a la luz de un pensamiento emancipado” y claro su primer enemigo público fue Don Leónidas, el cenizo y ultraconservador cura de cincuenta años, quien persistía en dar la misa en latín, pese a que la mayoría de su feligresía hablaba Quechua.

Don Leónidas jamás aceptó los grandes cambios ocurridos a la luz del Concilio Vaticano II, él se definía como parte de esos sectores tradicionalistas y minoritarios. De hecho, formaba parte de la Hermandad San Pío X, quienes denunciaban que el Concilio enseñaba “errores”. Además, manifestaban que había puntos que debían ser condenados porque contradecían de forma clara la tradición, el magisterio papal y los anteriores concilios de la Iglesia católica. La concepción que tenía del mundo, de las mujeres, de la iglesia era del antiguo régimen y era Borona Virzuela precisamente lo más opuesto a toda su doctrina y pensamiento.

El cura y Borona Virzuela se hicieron enemigos, cuando la mujer aún era adolescente y declamaba en las actuaciones escolares diciendo como decía “verdades como puños”

- ¡india resabida! - le espetó el cura al final de una de sus actuaciones.

- ¡Upa eunuco! – respondió la adolescente.

Cada domingo a las once se oía al cura purpurado decir:

- Dominus vobiscum- abriendo el ofertorio

- Et cum spiritu tuo- respondían los quechua hablantes.

Mientras en la iglesia se oraba, Borona en la plaza de armas daba sus discursos, cada domingo un nuevo tema, sus oyentes solían admirar no solo su belleza, sino la belleza de sus frases, su modo de leer acompasado, el verso y la prosa en un baile equidistante, iluminador.

Sin embargo, por su parte las autoridades municipales, en especial el señor alcalde Don José Malpartida Colchado y Borona Virzuela, encontraron como decía ella “un nicho de mercado electoral”. Ellos solían echar mano de la belleza y locuacidad de Borona Virzuela, sobre todo a la hora de los concursos de belleza. Podía decirse que con ellos había una relación simbiótica, donde la encantadora Borona Virzuela sacaba algunos billetes y fama claro, mientras el alcalde se granjeaba votos.

Aun se la recordaba como: La “señorita de las tres coronas”, por haber triunfado en el concurso de belleza de distrito de Chavín de Huántar, para luego hacerse con la corona provincial en Huari y para no dejar dudas de su extraordinaria valía, ataviada con belleza e inteligencia, se presentó al concurso regional en Huaraz, donde ganó por aclamación debido a su alocución sarcástica e irónica sobre su deseo de paz y amor mundial. Desistió de ir a Lima a por la corona de Miss Perú, porque según ella “a medida que iba ascendiendo en el escalafón de la beldad se iba haciendo más tonta e insulsa”. El alcalde chavino se enfureció bastante, en pleno proceso de reelección necesitaba anotarse un triunfo, le urgía una acción efectista con la cual ocultar los sobrecostos de las obras fantasma, indignado y enfurecido le gritó a Borona Virzuela en plena plaza de armas:

- ¡Eres una inconsciente! - a lo que Borona Virzuela respondió.

- La inconsciencia no es delito, ¡ladrón!

Tuvieron que llevar al alcalde en andas hasta el Centro de Salud, para bajarle la presión arterial. El médico logró estabilizarle y aprovechó para solicitarle algunas necesidades urgentes relacionadas con la situación de salud de los niños y niñas. El alcalde le prometió ver “este asunto” lo más pronto posible.

El alcalde era un tipo de poca monta, sin embargo, había que tener cuidado con él, era vengativo, ruin y procaz, cualidades que conjugaban bien con su fealdad de rostro y cierta deformidad estructural que junto a la ausencia de su mano izquierda, mutilada en un accidente, dejaba ver a un hombre aborrecible. Lo que más le definía era su nariz de ave de rapiña. Borona Virzuela hacía mal teniéndole de enemigo, era como si la inteligencia se enfrentara a la estupidez en un duelo, en que a todas luces la estupidez edil llevaba ventaja. Una vez que perdió para sus fines la gracia de la bella Borona Virzuela, el alcalde se puso a idear un plan para contentar o asustar al pueblo, y reelegirse.

Como bien solía decir Don Sabino Peret, un anciano exégeta local, “la belleza no se casa con nadie, la belleza es fatalidad” y más de una vez les dijo a los padres de la muchacha que Borona Virzuela invirtiera sus dotes allende los andes, que tornase a la universidad pronto. Derrochar enorme inteligencia y suspicacia en asuntos menores no era sensato.

Borona Virzuela sin embargo fiel a su libre pensamiento dijo, “me iré cuando me aburra de estar aquí, mientras tanto déjenme ser”

Y claro dejarla ser, era incompatible con la forma de vida local, que era más bien una vida apacible y dentro de los márgenes que marcaba la tradición, las buenas costumbres y una moral católica sólida.

Luego de la temporada de lluvias, llegó abril y con él se abrieron las aulas que se llenaron de niños y niñas, los negocios abrieron sus puertas y era la hora en que Don Sabino Peret iniciaba sus paseos matutinos con su bastón de queñual y su particular gorro de color negro y rojo. Don Graciano Sadik y su esposa Doña Beatriz Cuéllar, un matrimonio que no pudo tener hijos ni hijas, le habían invitado al desayuno aquella mañana. Ataviado como estaba con su gorro - herencia de su abuelo quien huyera de la Guerra Civil Española, afincándose en el pueblo, - se dirigió hacia la plaza de armas.

Don Sabino Peret subía como todos los días por la calle 17 de enero, calle principal, iba saludando y deteniéndose a hablar con todo aquel que estuviera dispuesto, cuando llegó cerca de la gasolinera a cuyo lugar todos se referían como “el grifo”, se encontró con Don Perico Sánchez un cataquino afincado en Chavín y su joven hijo Rafo, aunque su nombre era Rafael, todos le decían Rafo. Se acercó a ellos y les preguntó a donde iban tan bien ataviados, con flores y una cesta repleta de pan y botellas de leche.

- Vamos a pedir la mano de Borona Virzuela, para mi hijo Rafo-dijo Don Perico Sánchez.

- Pero como es posible que lo intenten siquiera, además estas no son horas para tratos de semejante índole, os desaconsejo de tamaño error, volved pasos atrás y coman el pan y beban la leche que de Borona Virzuela solo conseguirán un no rotundo, y si aún aceptase, joven Rafo, usted no tiene personalidad para llevar una vida con tan extramoral mujer- dijo el viejo Sabino, casi sin respirar.

- Don Sabino Peret- dijo el joven Rafo- El amor y el matrimonio son los márgenes Donde mujeres y hombres aprendemos a sujetar nuestros excesos y a convivir en paz.

- Borona Virzuela no sabe de márgenes, precisamente su cualidad es vivir fuera de ellos, esa es su naturaleza, no el matrimonio. El amor para ella es una piedra en el zapato que puede tolerar un poco, pero con el tiempo le incomodará y la quitará de en medio – dijo Don Sabino

- Mire usted querido Sabino- dijo Don Perico Sánchez- no desanime a mi hijo, vengase con nosotros y con vuestras sabias palabras, doblegaremos la voluntad de aquella beldad-concluyó tomando del brazo al sabio.

- No podría ir- dijo Don Sabino Peret- me lo impide la razón, lo siento.

Se despidieron con apuro y cada quien siguió su camino.

Don Sabino Peret llegó a casa de Doña Beatriz Cuéllar ubicada en la plaza de armas, quien le invitó a pasar, juntos atravesaron el portón de madera que lucía pulcramente recién pintado de color celeste Borbón. Accedieron a un pasadizo amplio que conducía al patio, decorado con aperos de labranza, yugos y cinchas. Además, había fotos, muchas fotos de cuando los primeros Sadik, turcos de origen, llegaron al pueblo. En el medio del pasadizo se dejaba ver un antiguo daguerrotipo de los señores de la casa, luego llegaron al patio central que lucía en medio un pequeño jardín repleto de flores y plantas ornamentales, al medio tenía un productivo limonero y algunos carrizos verdes; bordearon aquel vergel y accedieron a la sala:

- Graciano abre las ventanas, que entre la luz - dijo Doña Beatriz Cuéllar a Don Graciano Sadik, que andaba sentado a la cabecera de la mesa.

La puerta que daba acceso a la sala era de vidrio encastrado en un macizo metal contorneado, Don Graciano quien andaba sentado ya en la cabecera, se levantó para dar la mano a Don Sabino Peret, le indicó una silla y se dispuso a abrir las ventanas. Don Sabino Peret se sentó, dejando el gorro sobre sus muslos y el bastón apoyado en la pared. Doña Beatriz Cuéllar de un grito hizo aparecer a mama Rosalía, la anciana cocinera de la familia, quien apareció con un delantal algo envejecido- Doña Beatriz Cuéllar le ordenó servir el café, Don Sabino Peret se puso de pie para saludar a la anciana cocinera y le pidió un café largo, “muy cargado por favor” insistió, luego se fue acomodando tirando de las sillas, que eran de un metal muy pesado había que retirarlas con ambas manos, eran esas sillas de inicios de siglo, habrían venido sobre el lomo de los asnos, cuando aún no había carretera.

Doña Beatriz Cuéllar, se acercó por un costado de Don Sabino Peret y le puso una servilleta de tela muy blanca con un decorado finísimo, luego puso en una panera unas semitas cortadas, pan de piso y bizcocho. Don Sabino Peret, observador como siempre, vio cerca de la ventana un pequeño atril con una biblia abierta, quiso saber que pasaje estarían leyendo, cogió el bizcocho, lo partió en dos y preguntó, quien y que estaría leyendo en la biblia y Doña Beatriz Cuéllar dijo “es el Evangelio según San Lucas”. Don graciano se puso de pie, se acercó al atril y leyó con solemnidad: “Porque he aquí vendrán días en que dirán: Bienaventuradas las estériles, y los vientres que no concibieron, y los pechos que no criaron”, y por algún sortilegio del destino Don Sabino Peret pensó en Borona Virzuela.

Apareció mama Rosalía con una bandeja, en el medio una cafetera de metal, muy bien decorada. Las cucharitas pequeñas, el azucarero también de metal, mientras mama Rosalía acomodaba todo aquello con mucha torpeza y con las manos temblorosas; Doña Beatriz Cuéllar le ordenó ir a buscar a Don Leónidas -el cura- otra vez, le dijo que le busque en la parroquia y que le recuerde que quedaron hoy en tomar el desayuno. El aroma a café y leche caliente junto al de los panes y bizcochos, creó un ambiente bucólico, Don Graciano Sadik se puso de pie y en un viejo tocadiscos puso un disco del Jilguero del Huascarán y la guitarra empezó a sonar seguida de la voz de Ernesto Sánchez Fajardo, más conocido como el Jilguero . Una vez que se sentó Don Graciano Sadik, dijo que el Ministerio de Cultura había tenido la lucidez de reconocer “al Jilguero” como: Personalidad Meritoria de la Cultura Peruana.

- Enhorabuena por él – Dijo Don Sabino Peret, tuve la suerte de conocerlo y escucharlo.

- Un artista, un gran artista – dijo Don Graciano Sadik - ¿Cómo va el asunto de vuestro libro? -preguntó.

- Es un caso perdido, me lo ha robado y punto, hasta lo habrá quemado- dijo Don Sabino Peret

- una barbaridad, quemar un libro tan importante – dijo Don Graciano Peret.

Hacía pocos años Don sabino Peret había escrito un ensayo revolucionario al cual denominó: “Perspectivas de futuro de la mujer andina, frente al feminismo”, ensayo que a modo de consulta entregó al cura, para su respectivo análisis y observaciones. El cura al parecer luego de leerlo consideró aquella obra como propia del demonio y la desapareció, según sus propias palabras las sometió al fuego sanador. Era la única copia, cosa que nunca se perdonó Don Sabino Peret y fue la fuente de todos los disgustos con el cura.

El último gesto para recuperar el libro de parte de Don Sabino Peret fue escribir una carta al Monseñor Libardoni, quien envió la misma al cura, incluso ni aun así éste devolvió el ensayo.

- * -

Don Leónidas el cura del pueblo, aún tenía cierta autoridad, cosa difícil de conseguir dado el vuelco que dio la vida al arribo de la empresa minera Antamina, antes de ellos el pueblo era más solidario, se cuidaban de tener buenas costumbres, los mayores eran personas de respeto; para cuando llegó la minera Antamina todo cambio, como diría Don Sabino Peret, “Donde prospera la minería se hunde la moral y se va a la mierda la sociedad”.

El control moral que ejercía la iglesia había caído en picado pues, el centro gravitacional pasó de la fe católica, a la fe enloquecida por el millonario erario municipal. Bien decía Don Sabino Peret “abandonamos el arca de Noé y nos zambullimos a las arcas municipales”.

El pueblo de Chavín había forjado un estilo de vida, donde el núcleo de la sociedad era un cúmulo de valores que se sostenían principalmente en base a la solidaridad y familiaridad de sus habitantes. Esta solidaridad orgánica, forjada a la luz de las costumbres y tradiciones, jalonadas por los avances de la ciencia había logrado llegar hasta los setentas o mediados de los ochenta, que es cuando llega el Partido Aprista al Gobierno de la Nación e incluso del pueblo. Tras breves años de esperanza, se desencadenó la crisis económico-social y aunado a ello y no por ello menor, el problema de la violencia política accionada por Sendero Luminoso, las Fuerzas Armadas y El Estado. Situación ideal para el arribo de una etapa de desmoronamiento institucional, social, político y económico del país a manos de Vladimiro Montesinos y su aliado el inefable Fujimori. A nivel del pueblo en esta etapa se dio un vuelco en aquella forma de vida a otra pragmática, individualista y metalizada. Abundó el dinero y junto a él, la codicia. El pueblo cayó finalmente en manos sucesivas de alcaldes cual más corrupto, que trajeron violencia, inseguridad y bajeza moral. La otrora Sociedad Chavina cayó en el ocaso y de esa penumbra surgió lo que Borona Virzuela definió bien como “Chavín es un conjunto de individuos que viven juntos, no una sociedad”

Doña Beatriz Cuéllar era la más escandalizada con el nuevo orden moral, para ella lo peor era el abandono de la fe católica, como antigua Legionaria de Cristo, un día se plantó ante el Comité Local Intersectorial del distrito e hizo saber que se vuelva a obligar a los padres y madres a llevar a sus hijos e hijas, alumnas de los respectivos centros educativos a misa y a vestir con decoro.

El comité que no estaba diseñado para estos fines tuvo que incluir la demanda de Doña Beatriz Cuéllar, habida cuenta su carácter de mujer de respeto.

- * -

Borona Virzuela de quien no se sabía a qué se dedicaba cuando no estaba dibujando o alborotando las calles y plazas con sus discursos improvisados, recibió la visita de Don Perico Sánchez y el joven Rafo, les abrió la puerta de par en par y al ver sus intenciones les condujo a su sala, a través de un pasadizo cuyas paredes estaban repletas de sus dibujos. La sala aunque pequeña no por ello mal decorada, sino más bien estaba ornamentada con cierto estilo, mucho encanto y con un poco de exceso en cuanto a los tonos rosas y violetas. Pasaron ambos hombres con sus flores y cestos de pan y botellas de leche, ella las recibió sonriente, tomó un bizcocho y dijo:

- Hum ¡recién horneado!, tomen asiento por favor- dijo mientras masticaba moviendo grácilmente sus labios carnosos.

- Señorita Borona, para lo que venimos a pedir, no necesitamos tomar asiento- dijo Don Perico Sánchez.

- Oh! – dijo haciéndose la sorprendida, casi le salió natural- mientras no me pidan dinero, todo estará bien- dijo sonriendo

- Quiero pedir su mano para mi hijo Rafo, aquí presente- se apresuró Don Perico Sánchez-

El pedido tan abrupto y sincero hizo que se atragante Borona Virzuela con el trozo de bizcocho que incluso le salió por la nariz, se cubrió el rostro con ambas manos, intentando buscar un vaso de agua pero solo encontró la botella de leche que trajeran los hombres y estaba colocada sobre la mesa, abrió con delicadeza la botella y acercó el pico de la misma a sus labios que sin maquillaje parecían de terciopelo, casi sin tocar la botella bebió la leche, una gota blanquecina quedó sobre su labio superior, la cogió con el dedo índice y luego se la chupó, relamiéndose luego los labios, mientras se pasaba la mano una y otra vez por la boca.

- Perdón- dijo aun tosiendo-acepto de buen grado- dijo contra todo pronóstico, dibujando unas sonrisas en la cara del padre y el hijo.

- Borona Virzuela quisiera decir…- se adelantó el hijo, pero ella levantó el dedo índice deteniéndole.

- Con la condición de no consumar el matrimonio ni mucho menos engendrar prole.

- Pero eso no …-dijo muy sorprendido Don Perico Sánchez, a lo que con calma y sosteniendo aún el dedo índice en alto dijo Borona Virzuela.

- Esa es la condición, si no están de acuerdo, tienen ustedes la puerta abierta y pueden irse- sentenció.

Padre e hijo quedaron absortos ante tal condición, luego Don Perico Sánchez pidiendo perdón, tomó del brazo a su hijo, se lo llevó a una esquina y le dijo:

-Acepta esa condición, ya casados podrás exigir no solo consumar el matrimonio, sino tener prole.

Los solicitantes desconocían las razones por las que Borona Virzuela de un lado no quería consumar el matrimonio porque para ella los placeres fisiológicos, mantenían a la humanidad en una fase aun primaria de evolución y de otro lado no engendrar prole iba acorde con su discurso ético y político detrás de su voluntad de no reproducirse y apostar por la adopción como alternativa.

Ambos regresaron ante la musa y dijeron que aceptaban tal condición, bajo otra condición que no falte a su palabra y asista a la boda. Borona Virzuela como gesto de reciprocidad, descolgó un cuadro de su autoría con el retrato de Doña Gertrudis Moreno, madre de Rafo y pidió que le lleve como presente a su señora madre.

Mientras tanto en casa de Don Graciano Sadik, Donde en la cabeza de Don Sabino Peret la imagen de Borona Virzuela se difuminaba al sabor del café largo, llegó el cura. Apenas ingresó al comedor Donde estaban sentados Don Graciano Sadik, Doña Beatriz Cuéllar y Don Sabino Peret, dijo levantando las manos:

- Gratias agámus Domino Deo nostro-

- Amen – dijo el matrimonio salvo Don Sabino Peret, que dijo

- Llegas tarde, incluso Jesús llegó a tiempo para su crucifixión.

- Ah el demonio está sentado en la mesa de nuestro señor Graciano- dijo el cura siguiendo la ironía

- Y nuestra señora Beatriz señor cura- le dijo con malicia Don Sabino.

- Claro, por su puesto, señora mía, muchas gracias por la invitación, aunque debo preguntar si aquí el señor Peret es su invitado o es una auto invitación muy clásica en su ser- divagó el cura buscando herir al señor Sabino Peret.

- Todos son invitados y bienvenidos- dijo el señor Graciano Sadik

- A mí me han invitado por afecto a usted por efecto de su cargo, su valía personal dudo que se merezca invitación alguna- Lanzó a modo de dardo el señor Sabino Peret al cura que desairado, se puso de pie en ademán de marcharse mientras decía:

- Señor mío retire ese insulto ahora mismo o me retiro- cuando iba a recibir las palabras aún más dañinas de parte del señor Sabino Peret, se adelantó la señora Beatriz y ejerciendo de autoridad de la casa dijo:

- Al siguiente improperio seré yo la que os pida marcharse, cálmense señores, y sírvanse un poco de bizcocho con café.

Luego de un largo silencio, Donde el único ruido era del tintineo de las cucharitas y cuchillos cortando el bizcocho, se oyó la voz seca de Don Graciano Sadik:

- Señores, tenemos un problema, usted señor Sabino es un hombre de ciencia y usted señor Leónidas es un hombre de fe. Ambos tienen medios para poder hacer algo respecto a este mal que está empezando a crecer de forma silenciosa en el pueblo. Como bien saben tengo a mi cargo mi empresa ganadera y tengo mis trabajadores y peones que hacen el trabajo. Ocurre que a la fecha se han enfermado más de diez de ellos. Al realizar mis averiguaciones, he dado con la sorpresa que mis peones tienen una enfermedad genital.

- Es una maldición, claro está- sentenció el cura agregando luego en latín- ¡peccatum et fornicationes tuae!

- ¿Acaso no ha oído que es una enfermedad genital? - incidió Don Sabino Peret algo incómodo.

- Señores por favor-continuó el señor Graciano Sadik-he hablado con el médico del pueblo y me dice que el nombre de la enfermedad es: Herpes genital y que no existe una cura a la fecha, aunque se puede disminuir la intensidad o duración del brote.

- Desde cuando tiene usted noticia de estos casos- quiso saber Don Sabino Peret.

- Hace dos o tres semanas, el caso es que está yendo en aumento-dijo Don Graciano Sadik.

- Según ha informado el médico del pueblo, cierta promiscuidad está permitiendo la expansión del contagio- dijo Doña Beatriz que se puso de pie, cerró la Biblia y la cubrió con un mantel gris.

- Claro está- afirmó Don Sabino Peret- que es una “maldición” importada por la empresa minera Antamina, todo mal procede de ella y va hacia ella- dijo con elocuencia

- Nuestros jóvenes con ese candor juvenil que les caracteriza se van a trabajar a esa empresa minera, allí caen en las redes del vicio, de la inmoralidad y a su retorno traen enfermedades, vicios y alcoholismo, es normal que hayan traído este parásito o lo que sea- dijo el cura, mientras masticaba un tocino de cerdo dorado y grasiento.

- Es un virus-puntualizó Don Graciano Sadik.

- Peor aún, con lo contagioso que suelen ser los virus, ¡estamos expuestos todos! Habrá que protegerse de alguna manera - dijo airado el cura, mientras la grasa del tocino le resbalaba por los labios.

- El celibato señor mío le protege a usted de este mal, usted es el único con seguridad que no desarrollará la enfermedad- le advirtió Don Sabino Peret.

- Lavabo inter innocentes manus meas; et circumdabo altare tuum, Domine-dijo con solemnidad el cura, limpiándose la boca.

- Quien tendría que decir algo sobre este tema es el señor alcalde - exigió Don Sabino Peret

- Ha sido precisamente el señor alcalde quien me ha pedido que os ponga al tanto de esta situación - aclaró Don Graciano Sadik.

- Con qué finalidad, si se puede saber- pregunto Don Sabino algo intrigado.

- El señor alcalde va a implementar una cuarentena y quiere que ustedes respalden la implementación de ésta en aras de la salud pública- respondió Doña Beatriz Cuéllar.

- ¡Una cuarentena! - dijeron al unísono Don Sabino Peret y el cura.

- Si, una cuarentena- afirmó Don Graciano Sadik.

El desayuno continuó detallando aún más respecto al mal que aquejaba a los trabajadores de Don Graciano Sadik y a los detalles conocidos sobre los planes del felón alcalde.

Mientras tanto en otro lado del pueblo el alcalde y el médico del pueblo desayunaban también, para hablar del problema, dado que otro grupo de quince trabajadores del municipio, estaban desarrollando los síntomas o como dijo el alcalde más vulgarmente “les han salido heridas genitales, incluso en la boca”.

El médico del pueblo dijo que estábamos frente a un brote de herpes y que había que actuar desde todos los frentes, especialmente el educativo y la prevención. El alcalde por su lado dijo que habría que hacer una cuarentena, manteniendo a los contagiados en un Hospital de Campaña que podía gestionar ante la Empresa minera Antamina e implementarlo con su ayuda. El médico quiso disuadir de la medida un poco exagerada que planteaba el alcalde, pero al parecer éste ya había tomado medidas, claro está que con este plan quijotesco el alcalde pretendía justificar “ciertos gastos” de su corrupta administración, instaurar el miedo y de alguna manera reelegirse. Y por lo pronto había encargado a Don Graciano Sadik dialogar con el cura y con Don Sabino Peret dado su condición de intelectual y líder para que se alineen en su discurso y respalden su accionar. En un inicio el alcalde había recibido el apoyo incondicional de los “principales del pueblo”, salvo de Don Sabino Peret, quien solía ser un descreído de la política en general. El comité distrital del partido aprista de hecho públicamente documento de por medio, hicieron saber su apoyo a la candidatura de José Malpartida Colchado, fueron ellos los que pintaron el pueblo entero con sus iniciales: JMC. Luego de a pocos se fueron alejando del díscolo alcalde, cuando éste ya nos les fue de beneficio, peor aún los ex aliados y el alcalde llegaron a los tribunales a causa de denuncias recíprocas de peculado, extorsión, corrupción de funcionarios y demás términos que nunca antes se habían oído en el pueblo.

Para evitar que la gente fugase de la cuarentena, el alcalde ordenó llevar a cabo los preparativos a escondidas, sin embargo, dado que era evidente que algo se movía en el pueblo, al ver a agentes de la empresa minera Antamina armando un Hospital de Campaña en el campo deportivo, el alcalde salió a decir a través de la radio comunitaria que funcionaba en el Centro de Salud, que habría una campaña de salud gratuita para toda la población.

El médico forzado por la decisión del alcalde se lanzó a realizar una campaña informativa y desfile de por medio por las calles hizo una campaña de prevención de enfermedades de trasmisión sexual. Por su lado el cura habló en su homilía a cerca de la fidelidad en el matrimonio. Don Sabino Peret empezó a sospechar del alcalde.

El alcalde había implementado toda una red de control de la población, basado en el miedo y la coerción, sus compinches se contaban por docenas, compuestos por personas de dudosa reputación, que solían “visitar” a los vecinos “rebeldes” y en primera instancia amenazarles y en segunda romperles algún hueso o directamente cortarles la cara, como sucedió con el afable carpintero Don Nicanor Chambi a quien agredieron a causa de su negativa de facilitar facturas con sobrecostes. Otro tanto pasó con el periodista local Hermenegildo Ramos, a quien le tajaron el rostro en plena Plaza de Armas. Hermenegildo fue de toda la vida el medio a través del cual el pueblo se informaba, tenía a su cargo los programas informativos en la Radio Comunitaria del Centro de Salud, fue él quien hizo acopio de una serie de malos manejos del alcalde y los fue propalando por la radio. Esto bastó para agredirle e intentar acallarle.

La información que manejaba el inefable alcalde era ingente, sabía quién cenaba con quien, donde dormía el cura aquella noche o cuanto habían sido las ganancias de los comerciantes a quienes sacaba un cinco por ciento diario, para financiar-según decía- la vigilancia de las calles. Esta banda estaba encabezada por su hijo, mientras su hija era la secretaria personal del corrupto padre.

Borona Virzuela por su parte inocente aún de estos teje manejes, viajó a la ciudad de Lima y regresó con un vestido de novia algo inusual, aunque muy propio de su estilo. Aprovechó para hacer unos retoques a sus tres coronas ya que tenía pensado llevarlas el día de su boda.

El alcalde enterado de las nupcias entre Borona Virzuela y Rafo, no se le ocurrió mejor idea que adelantar la cuarentena haciéndola coincidir con la fecha de boda, anunciando vía la radio comunitaria que todos los enfermos de Herpes genital, vayan al Hospital de Campaña para su “tratamiento” y por cuestiones de salud pública, se haría un descarte en toda la población.

No se sabe cómo ni cuándo, pero había llegado a oídos del alcalde la exigencia de parte de Borona Virzuela de contraer nupcias con Rafael, pero con la condición de no consumar el matrimonio, condición irracional a la hora de celebrar un matrimonio. En su momento, cuando Borona Virzuela se hizo de las tres coronas, el alcalde le pidió a Borona Virzuela, con un ramo de rosa entre manos, ser la primera dama del distrito; pero la muchacha le hizo saber su no de una forma particular:

- Si su señoría tuviera integridad moral, no actuaría cual capo de una mafia y no le salpicara ninguna acusación de corrupción, quizás en ese caso, sería un amigo; pero, dado que es un inmoral, mafioso y corrupto, el único sentimiento que alberga mi ser hacia el suyo es el del desprecio.

- Borona Virzuela, no eres más que una mujerzuela- le reprochó el alcalde herido en su hombría, al ser despreciado de esa manera.

- ¡Una prostituta tiene más dignidad que usted! – le respondió Borona Virzuela, zanjando el tema.

El alcalde le lanzó el ramo de rosas con toda su rabia hacia Borona Virzuela que no tuvo que esquivar el ramo de flores ya que cayó a sus pies al piso húmedo, deshojándose las flores rojas.

Los pobladores apenas oyeron decir al alcalde la ejecución de una cuarentena, por medio de la radio, se recluyeron en sus casas, los primero en ser trasladados fueron los trabajadores de la empresa ganadera de Don Graciano Sadik y los empleados del municipio, quienes desfilaron cabizbajos por el medio de la calle 17 de enero, camino del Hospital de Campaña, resguardados por los agentes de la empresa minera Antamina.

El alcalde organizó cuatro piquetes sanitarios para realizar la “evaluación visual” de los pobladores y pobladoras y trasladarlos al Hospital de Campaña para su respectivo “tratamiento” a base de aspirinas, ibuprofenos y paracetamoles. Dos piquetes se colocaron al inicio y final del pueblo, un tercer piquete se asentó junto al puente sobre el rio Mosna y el cuarto piquete era itinerante, iba y venía por calles y jirones, a la caza del “herpético” término acuñado por el alcalde para referirse a los que padecían el mal.

Por su parte Borona Virzuela muy aficionada a la música de Brahms no se enteró de nada ni oía las noticias e imbuida por los preparativos de su boda apresurada, no tuvo tiempo de enterarse de las medidas dictadas por el alcalde y siguió su vida normal.

Al atardecer, luego que cesara la sutil llovizna de aquel día, Borona Virzuela subió por la calle 17 de enero hacia la casa de la costurera Doña Natividad, que tenía su pequeño taller de costura en una esquina de la plaza de armas; Borona Virzuela llevaba el vestido de novia recién adquirido en la ciudad capital, con la finalidad de darle unos retoques, ya que el vestido según su parecer, no le quedaba lo suficientemente ceñido a su delgado cuerpo. Apenas salió de casa le llamó la atención que no hubiese nadie en las calles, ni siquiera las niñas y los niños jugando en las aceras. Continuó caminando sin quitarse los audífonos donde escuchaba la Sinfonía n.º 4 de Johannes Brahms, exaltada por la sigilosa mezcla de violines intercalada con la yuxtaposición de una marcha triunfal, música apropiada para un baile nupcial de una mujer como ella: potente y sigilosa. O como lo definiera el alcalde en su momento “la última musa caída del cielo de los andes”. La muy perspicaz mujer no atendió a su razón que le advertía de una anomalía en las calles desiertas, siguió calle arriba, dejándose llevar por la ensoñación de la música y las calles vacías, que lucían una tenue luz solar en los tejados, la calle empedrada aun húmeda atraía a gorriones y demás pajarillos a revolotear en los pequeños charcos, a lo lejos las piedras en lajas del cerro Shallapa parecían retornar un eco con la potente sinfonía que a todo volumen oía Borona Virzuela, incauta víctima del destino y la fatalidad.

El piquete itinerante encabezado por el propio alcalde, luego de un refrigerio en las instalaciones del municipio retomó la vigilancia por las calles, salieron con destino a la calle principal, una esquina más abajo Borona Virzuela subía por la misma calle. Subió aún más el volumen de la sinfonía que escuchaba y se puso a danzar, elevando sus suaves manos con agilidad y estética, dando giros y pequeños saltos, bailando por en medio de la calle, pero al llegar a la esquina Borona Virzuela se quedó helada de pies a cabeza al ver al piquete, se quitó los audífonos y escuchó al alcalde:

- ¡Lleven a esta mujerzuela al Hospital de Campaña y sométanla a la evaluación y cuarentena!

Borona Virzuela lista y veloz a la hora de analizarlo todo, no entendía lo que pasaba, todo ocurrió de forma veloz, dos matones la tomaron de cada brazo, una mujer que llevaba un tapabocas, le colocó una en la boca, mientras le decía que no hable.

Tarde reaccionó Borona Virzuela, aun así logró zafarse de los que la sujetaban e intentó correr, pero uno de los matones le puso una zancadilla y la mujer cayó sobre el piso mojado y sobre ella se lanzaron los agentes de la empresa minera Antamina, sus gritos desesperados, despertaron a los vecinos que a esa hora tomaban la siesta, muchos se asomaron por las rendijas de las ventanas y así de ventana en ventana llegó la noticia de la detención de Borona Virzuela a los oídos de Don Perico Sánchez y su hijo Rafo, ambos padre e hijo tomaron sus escopetas y salieron al rescate de la desgraciada novia.

La libertad individual es un bien limitado, dadas los altos niveles de corrupción de las instituciones que garantizan tal libertad. Un sistema político administrativo putrefacto, es y será incapaz de proveer las mínimas condiciones para una vida plena, donde las personas puedan aspirar al bienestar material y cierta dosis de “felicidad”. Un elemento importante a la hora de garantizar condiciones mínimas de bienestar es el Sistema de Salud Pública de esto no entendía nada el señor alcalde, lo que él sabía y había descubierto ejerciendo su cargo, era que para ser reelegido tenía que hacerlo a golpe de efecto, demagogia, coerción y mero populismo. En la misma línea iba el cura, ultraconservador creía que su misión era “evangelizar a los indios”, a fuerza de sermones deleznables contra todo criterio, criminalizaba los feminismos denotándolo como el germen del pecado cual manzana prohibida, aborrecía de los mendigos a quienes llamaba “vagos y maleantes” y tenía un discurso racial que nadie era capaz de enfrentarle, salvo Don Sabino Peret, quien en su juventud solicitó la apostasía, razón por la cual el cura le llamaba “perjuro y desertor”.

Aun se recordaba en el pueblo que no hace dos o tres años atrás, ambos debatieron en la Radio Comunitaria a causa del matrimonio igualitario, jamás se había oído por la radio tal cantidad de improperios homófobos a tal grado que Don Sabino Peret abandonó el debate aludiendo incapacidad intelectual de su oponente. Aquel día quedó bien definida la enemistad entre ambos personajes.

Don Perico Sánchez y su hijo Rafo, armados llegaron hasta Donde el piquete tenía a Borona Virzuela apresada, Don Perico exigió que la liberen, el alcalde manifestó que sería llevada a la “revisión” y si era “herpética” pasaría unas semanas en la cuarentena. Don Perico Sánchez insistió en que la liberen aduciendo que “era imposible que una mujer virginal tuviera eso males, propio de personas promiscuas”. A lo que el alcalde respondió, “eso está por verse”

Borona Virzuela intervino y pidió a Don Perico Sánchez que regresaran a su casa, que confiaran en ella. Esto calmó un poco a Don Perico y a su hijo, quienes regresaron a su casa sin más y Borona Virzuela fue trasladada al hospital. Cuando llegaron al Hospital fueron informados que el personal sanitario ya se había ido a sus casas y habría que esperar al día siguiente para la “evaluación” de Borona Virzuela, mientras tanto la dejaron junto a una camilla resguardada por dos vigilantes, a la hora de la cena le trajeron algo de comer y té para beber, pero ella ni lo miró, pidió un periódico y se puso a leer hasta tarde. Los agentes de la empresa minera Antamina recibieron la orden de ponerle unas esposas en la mano izquierda, la dejaron atada a una vara de metal y se fueron a cenar.

Mientras esto sucedía Borona Virzuela se logró zafar de las esposas, sigilosamente logró salir del Hospital de Campaña y, a través de una pared, logró ascender al tejado del centro educativo. Allí pernoctó, toda aquella noche. Apenas descubrieron su huida la buscaron sin dar con ella, que agazapada en el tejado aun no lograba huir plenamente del peligro.

Pasó el día entero en el tejado y recién por la noche descendió de aquel escondite y con sangre fría logró llegar a su casa. Preparó una mochila y en otra bolsa metió su vestido de novia y atravesando el cementerio cruzó el río Mosna y huyó al vecino distrito de San Marcos a casa de una amiga suya.

Rafo Sánchez recibió un mensaje de Borona Virzuela, donde le pedía mantener la fecha y los preparativos de boda, le exigía asistir a la iglesia y le prometía que ella asistiría a la misma, una vez casados, el alcalde no podría hacer nada contra ella, según su criterio. Rafo Sánchez se alegró y aceleró los preparativos, cosa difícil con una cuarentena autoimpuesta por todo mundo, burlando la vigilancia del piquete itinerante logró organizarlo todo, pero fue Don Perico Sánchez quien acudió a donde el cura Leónidas y le pidió por favor celebrar la misa de bodas de su hijo y él se comprometía a dar una donación sustanciosa a la parroquia. El cura gustoso aceptó, es más dijo que para él sería un honor. El cura no era de fiar y Don Perico Sánchez no dio más detalles.

Había pasado una semana desde que iniciara la cuarentena y los pobladores y pobladoras, resguardados en sus casas no salían por temor a ser “evaluados” en el Hospital de Campaña y sometidos al “tratamiento”. Sin embargo, empezaron a aparecer problemas de abastecimiento de alimentos y bienes de primera necesidad. El comercio de alimentos se abrió camino, a través de ventanas, balcones y paredes contiguas. El panadero repartía el pan de forma furtiva al alba a riesgo de ser capturado por el piquete itinerante. Lo mismo la leche caliente recién ordeñada se abría camino hasta las mesas a través de sinuosos métodos de repartición. El vendedor de alfalfa, sin embargo, voluntariamente se mandó hacer la revisión, al haber sido diagnosticado como “limpio” se le dejó que repartiera la alfalfa para los animales menores, sin embargo, junto a la alfalfa y de forma oculta el hombrecito repartía papel higiénico, dado que, por algún motivo, su necesidad se había incrementado.

A las ocho de la noche en punto, todo el pueblo salía por sus ventanas y abucheaban y silbaban al unísono contra el alcalde, parecía que, como el ave fénix, el pueblo estuviera levantándose del letargo. Este fue un gesto, aunque simbólico, significativo de que en el pueblo aún pervivía la rebeldía y un espíritu comunitario. Los niños y niñas llenaron de dibujos las ventanas, donde se podía ver la imagen aún más deformada del alcalde que a modo de virus asesino amenazaba a los inocentes.

No había día en que no cayera alguna víctima en las fauces sanitarias del señor alcalde. La cuarentena se convirtió en el juego del gato y el ratón, cuando los piquetes estaban relajados, los pobladores salían y a carrera hacían y llevaban mandados y regresaban a sus casas ora con alimentos, ora con medicinas. El periódico regional incrementó su demanda por las ansias de información y las horas de encierro hogareño.

El principal afectado fue el cura, quien tenía como única fiel oyente de sus peroratas a Doña Beatriz Cuéllar.

Rafo Sánchez, aprovechando la distracción del piquete itinerante, logró llegar a casa de la costurera y pudo probarse su terno azul y pidió a Doña Natividad que le ajustara un poco la entrepierna del pantalón. Aquella noche tuvo que quedarse en casa de la costurera y muy de madrugada regresó a su casa. La costurera le había confesado que Borona Virzuela estaba en San Marcos, con lo cual el novio, decidió ir a por su amada, traerla a casa y juntos partir hacia la iglesia a por la bendición de Dios. Sin embargo, recibió otro mensaje de parte de Borona Virzuela que le insistía en dejarlo todo organizado y que ella sería la que llegaría a la iglesia.

A Don Sabino Peret, todo este asunto de la cuarentena le resultó desde el inicio una farsa, montada con la única finalidad de ocultar los malos manejos de su señoría el alcalde. Peor aún, la motivación de la cuarentena había virado tras la fuga de Borona Virzuela, convirtiéndolo el señor alcalde en una herramienta para su venganza personal contra la núbil mujer, despechado e insultado no soportaba que aquella beldad ni fuera suya, ni siquiera estuviera de su lado. Muy pronto dedujo Sabino Peret estas motivaciones ocultas del alcalde y temió por la vida de aquella insensata mujer.

El alcalde no era un tipo común, siempre fue diferente al resto, durante su niñez y en su etapa escolar fue el más pendenciero, el más malcriado, aficionado a los vicios sociales, si no estaba robando el maíz y la calabaza de alguna chacra, estaba traficando con hojas de coca. Cuando llegaron los tiempos malos de la guerra política entre Sendero Luminoso y El Estado peruano, muchos jóvenes tuvieron que partir a la ciudad capital, a forjarse un destino, el único que se quedó fue José Malpartida Colchado, el futuro alcalde, sin un destino claro se dedicó a incubar odio a los de su generación que luego trasvasó hacia todo aquel que tuviera éxito de algún tipo.

Su mente ya enfermiza fermentó ideas nocivas contra la sociedad, pero he aquí que el destino le tenía preparado un rol inesperado. Dada la ausencia de buenos candidatos, se presentaron otros igual de malos que él y claro, a veces los pueblos eligen el mal menor por obligación, en el caso del pueblo de Chavín de Huántar eligieron al mal mayor, al peor. Don Sabino había advertido de la probabilidad de una mala gestión, pero no había advertido de una gestión tan desastrosa y violenta.

Convencido de la amenaza Don Sabino Peret fue en búsqueda de Don Graciano Sadik el turco, lo encontró en la puerta de su casa y le hizo saber sus temores. Don Graciano Sadik, era bastante sensato a diferencia de Doña Beatriz su esposa a quien su fe ciega en el cura le hacía cometer errores. Quedaron ambos hombres en advertir a Borona Virzuela y a Perico Sánchez y su hijo Rafo del peligro al que estaba expuesta la muchacha y que posterguen la boda o que huyan del pueblo. Don Graciano sugirió a Don Sabino Peret que había que contar con la complicidad del señor cura, cosa que a él le pareció aberrante, teniendo en cuenta que la hermana soltera del señor alcalde era secretaria de la parroquia, en otras palabras, secretaria del señor Leónidas, el cura.

Dado que tenían que actuar ambos dos solos, se repartieron la tarea, Sabino Peret intentaría dar con Borona Virzuela y disuadirla de volver al pueblo y Don Graciano Sadik advertiría del peligro a Don Perico Sánchez y a su hijo Rafo. Llevaron a cabo el plan con total discreción, aunque Doña Beatriz empezó a sospechar algo y fue a advertir al cura que estos dos hombres se traían algo entre manos. El cura le agradeció tal información y le pidió encarecidamente, escuchar tras bambalinas, las conversaciones de los dos ancianos.

Borona Virzuela se encontraba cómodamente instalada en casa de su amiga, escuchando la música de Brahms, cuando sonó la puerta. De un salto quedó en pie y se aproximó con sigilo a la ventana y por una rendija vio la figura del anciano Sabino Peret con su clásica gorra o barretina rojinegra. Borona Virzuela sospechó del anciano, sin embargo, volvió a tocar la puerta con tanta insistencia que disuadió a Borona Virzuela para atenderle. Le hizo pasar a la casa y cerró la puerta, no sin antes echar una ojeada a la calle.

- No tenemos tiempo, has de irte ya muchacha y lejos- dijo Don Sabino Peret

- No sin antes asistir a mi boda- respondió Borona Virzuela.

- Las bodas se pueden realizar en cualquier iglesia de este país repleto de ellas- se molestó Don Sabino Peret

- Adelante, pase, no se quede ahí pegado a la puerta, mire ¿Qué le parece mi vestido de novia? - preguntó Borona Virzuela

- Qué importancia tiene ello, estamos hablando de salvarte la vida, y por cierto es un vestido inadecuado para un lugar como nuestro pueblo- dijo Don Sabino Peret.

- ¿Y qué le parece el cura que oficiará la misa de bodas? - preguntó Borona Virzuela

- El más inapropiado, teniendo en cuenta que eres un demonio para él.

- Una misa de bodas en latín, ¿no le parece fantástico? - volvió a preguntar Borona Virzuela

- Si no me escucha, la misa será de difuntos y en latín, eso seguro – ironizó Don Sabino Peret.

- La lista de invitados la encabeza su señoría el alcalde, a propósito ¿podría hacerle llegar usted esta invitación? – dijo Borona Virzuela, intentando retar a Don sabino Peret.

- No se invita a un despechado con poder, es mala idea- le advirtió Don Sabino Peret

- No ve que será la boda del siglo, ¿cómo podría abandonarla? - dijo la insensata mujer.

- Si te vas por un tiempo a donde sea, mañana acaba la cuarentena, la misma es solo un mecanismo de venganza personal del alcalde contra tu persona. Vete, libera al pueblo de esta situación.

- Al revés señor Sabino, una vez casada, el alcalde tendría que desatar una guerra contra la familia de mi futuro marido, cosa poco probable teniendo en cuenta el equilibrio de fuerzas- reveló sus razones la mujer.

- No lo veo claro- dijo Don sabino Peret.

- Mi matrimonio va a ser la daga en el pecho del señor alcalde, así dañado no podrá seguir con su cuarentena ni será reelegido, así le empujaremos a los juzgados.

- Insisto, no veo claridad en esto, a menos que usted, sea víctima de su ego y vanidad y quiera hacer un show donde usted tenga sus cinco minutos de gloria- dijo Don Sabino Peret con tal acierto estas palabras que la núbil mujer quedó en silencio un buen rato y luego sentenció:

- Voy a casarme en la iglesia de Chavín, punto.

- Lo que usted necesita señora mía es otro lugar, otro tiempo – dijo Don Sabino Peret con pena.

- No puedo darme ese lujo, me toca salvar mi circunstancia actual.

- Bien, hablaré con el carpintero para que vaya preparando su ataúd. ¿Le gusta algún color en particular o uno que haga juego con su vestido de novia? - dijo Don sabino Peret, frustrado.

- Creo que esta conversación ha terminado, gracias por todo y hasta luego- dijo Borona Virzuela, mientras abría la puerta.

- Bueno pues adiós – dijo Don Sabino Peret disponiendo a irse, pero Borona Virzuela le detuvo y le pidió:

- Perdone, podría entregar este autorretrato mío al señor alcalde – dijo extendiendo un cuadro que contenía un autorretrato suyo, abrazada a un libro.

- Dudo que su señoría el alcalde entienda la ironía, dada su descomunal ignorancia – dijo Don Sabino tomando el autorretrato y saliendo a la calle.

La noche previa a la boda, todo el pueblo estaba en calma, a diferencia de la mañana y el mediodía en que los piquetes, capturaron a varios pobladores y pobladoras, arrastrándolos hasta el Hospital de Campaña que lucía abarrotado de personas. Casi no se daban abasto para controlarlos y hacerles la “revisión” y el “tratamiento”, dado que todo era una farsa gigantesca, el personal técnico y los de seguridad, actuaban con displicencia y relajo, limitándose a atiborrar de gente aquel espacio limitado, bajo condiciones propicias para el contagio de enfermedades.

El médico del pueblo atrincherado en la Radio Comunitaria del Centro de Salud enfrentaba al alcalde a punta de programas, entrevistas, cuñas radiales y claro música, mucha música para mantener animado al pueblo encerrado en sus casas. Jamás un médico había hecho tanto por el pueblo. A base de buen humor e ironía a raudales mantuvo en alto el espíritu de lucha de los pobladores y pobladoras. La noche previa a la boda ya cerca del atardecer propaló a pedido de una oyente “anónima” la Sinfonía n.º 4 de Johannes Brahms en su totalidad, música que el alcalde calificó de “aburrida e inofensiva”.

Cuando llegó el ocaso ya entrada la noche, todo estaba calmado en el pueblo.

En casa de Don Graciano Sadik, Doña Beatriz Cuéllar rezaba el santo Rosario. Mientras mama Rosalía planchaba el terno y la camisa de Don Graciano. Doña Beatriz había decidido ir de luto a la boda, en señal de protesta. Incluso se colocaría una mantilla heredada de su bisabuela sobre la cabeza.

Mientras en casa de Perico Sánchez la actividad era incesante. Dadas las restricciones de movilidad autoimpuestas, derivadas del virus mental del alcalde, organizarlo todo resultaba un reto. Pero Don Perico Sánchez, lo primero que hizo fue llamar a su ejército personal de Cátac, su pueblo natural, compuesto por primos, hermanos, cuñados y amigos y armarlos con escopetas y pistolas de todo calibre, para resguardar la integridad de los contrayentes, medio ejército familiar viajó desde Cátac hasta Chavín en cinco camionetas, la otra mitad se quedó por falta de transporte.

Doña Gertrudis Moreno, esposa de Don Perico Sánchez, por su lado tenía a un ejército de mujeres preparando dulces, comidas, vajillas, horneando el pan, el cerdo y beneficiando las cabezas de ganado que le habían regalado. Rafo por su lado, aparte de ocuparse por su vestimenta, se ocupó de ambientar la casa, en especial el patio para celebrar la fiesta posterior a la boda, contrataron a una orquesta de Huaraz, quienes llegaron de madrugada y a quienes se les dijo que en ninguna circunstancia salgan a la calle. Rafo personalmente colocó el retrato de Doña Gertrudis en lo alto del patio. Un poco más tarde llegó el Coro contratado especialmente en Lima. El director, apenas llegó, tuvo que firmar ante Doña Gertrudis Moreno los términos de la contratación del servicio, en cuyo acápite final se establecía “Que el pago total dependería de que el coro toque la totalidad de temas contratados, pase lo que pase”.

Sabino Peret y el médico, preocupado por las condiciones de reclusión de los capturados, se fueron en búsqueda del alcalde a quien encontraron en el municipio. Tuvieron que esperar toda la mañana para poder acceder a la oficina del señor alcalde, quien les recibió con palabras de bienvenida y grandilocuencia. Don Sabino Peret fue directo al grano y le dijo la situación, que la cuarentena era una farsa, que el virus del Herpes no requería este tipo de acciones y que los asuntos de índole personal no debieran afectar la vida de los pobladores y pobladoras todos ellos recluidos en sus casas. El médico hizo saber además su honda preocupación por la salud ya débil de los niños y niñas, especialmente los desnutridos.

El alcalde les dijo que quedaban ya pocos días para el fin de la cuarentena, que habían identificado más de doscientos casos, que el tratamiento estaba dando resultados y que era todo un éxito. Y que agradecía la visita y tomaba nota de su pedido.

Don Sabino insistió en que se libere por lo menos a las mujeres, ya que había niños y niñas llorando en sus casas sin saber de ellas. El alcalde accedió a liberar a las mujeres. Aunque el mismo no lo haría efectivo, quedándose en una mera promesa. El señor Sabino se levantó del asiento le extendió la mano al alcalde y le agradeció el gesto de liberar a las mujeres y cuando ya salía, regresó hacia él y le dijo:

- Perdón, señor alcalde mañana es la boda de Borona Virzuela y Rafael, y me han encargado que le haga llegar a usted esta tarjeta de invitación, lamentan la demora, pero quieren que sepa que usted es el invitado especial - Don sabino prefirió obviar el presente que Borona Virzuela le había enviado, consistente en su autorretrato abrazando un libro icónico.

- Vaya, que sorpresa, asistiré de buen grado, es más suspenderé la cuarentena unas ocho horas para que la gente, asista a la boda, coma rico y baile un poco- dijo “magnánimo” el alcalde.

- Pues es usted un hombre razonable – mintió Don Sabino Peret y se retiró junto al médico, más preocupados aún por la integridad de la novia y la salud de los niños y niñas.

Apenas despidió a Don Sabino Peret, el corrupto alcalde, llamó a su brazo derecho, un maleante a quien llamaban “lluta-persona” y quien le cubría las espaldas y le hacía el trabajo sucio, fanático del Partido Aprista Peruano - APRA, especialmente de Alan García Pérez, solía llevar una polera con la icónica estrella del partido aprista, en su enrome pecho. Fue él quien le rompió los brazos al regidor Núñez y atacó al carpintero cuando éstos denunciaron o se opusieron a los malos manejos del alcalde.

Lluta-persona oliendo a alcohol barato entró a la oficina del alcalde, donde éste le conminó a terminar el trabajo de ubicar y secuestrar a Borona Virzuela, trasladándola al Hospital de Campaña y practicarle la “revisión” y si fuera el caso someterla al “tratamiento”.

El maleante salió de la oficina del señor alcalde y fue tras los pasos de Don Sabino Peret y el médico, a quienes apenas vio, sin saludarles siquiera, les agredió con una patada en el pecho derribándolos. Una vez que los tuvo vencidos, les exigió que le dijeran el paradero de Borona Virzuela, desde luego Don Sabino Peret, no solo se negó, sino que le dijo al maleante “muerto antes que ser como tú: soplón”.

La horda salvaje con la que contaba el maleante levantó de los brazos al viejo Sabino y al médico trasladándolos a los sótanos del municipio, donde funcionaba una especie de calabozo ilegal y secreto a donde iban a parar todos los que se oponían o dijeran algo en contra del señor alcalde José Malpartida.

Allí torturaron al anciano y al médico la noche previa a la boda sin obtener fruto alguno; sin embargo, el paradero de Borona Virzuela le fue revelado al maleante por boca de Doña Beatriz Cuéllar, quien acongojada por la tortura a la que estaban sometiendo al viejo y al médico, pidió al maleante liberarlos a cambio de esa información.

El maleante mandó - ya entrada la madrugada- verificar si realmente Borona Virzuela se encontraba en la casa que había indicado Doña Beatriz Cuéllar. En efecto mientras Borona Virzuela daba los últimos retoques a su vestido, los matones irrumpieron en la casa donde se ocultaba, la maniataron y la trasladaron a Chavín, amordazada y con los ojos cubiertos por una tela.

El maleante no cumplió su palabra y no liberó al viejo ni al médico, quienes daban sus últimos suspiros, luego de la terrible golpiza a la que les habían sometido. Sabino Peret tirado en el piso, vio como los matones hacían ingresar a Borona Virzuela al calabozo. El médico amordazado y golpeado, sentado en una esquina vio también la lamentable escena.

Aquella madrugada, aunque el pueblo estaba tranquilo, nadie pegó un ojo. El cura escribió y reescribió más de cuatro veces su homilía, una vez que la tuvo terminada según su gusto, salió a los jardines de la parroquia y se puso a leer, más que homilía sería un discurso sobre la “verdadera naturaleza de la mujer”. Doña Beatriz mortificada y engañada por el Maleante, se metió a la iglesia y delante del señor Jesucristo crucificado se puso a llorar, desconsolada, mientras su marido Don Graciano Sadik desesperado buscaba a Don Sabino Peret y al médico, detenidos en el calabozo del alcalde.

En otro tiempo ante cualquier evento positivo o negativo, el pueblo en su conjunto salía a celebrarlo o denunciarlo, pero la degradación y fragmentación del pueblo era ahora el culmen de todo aquel proceso de desarticulación de los sistemas de solidaridad y cohesión social.

Mucho había tenido que ver la minera Antamina y sus métodos fantasmales, y accionado por el alcalde a quien atiborraba de billetes a tal grado que el alcalde solía desayunar con la mesa repleta de fajos de dinero, cuyos hijos ya no alcanzaban a ocultar.

Don Perico Sánchez por su parte ordenó a su ejército personal de familiares armados con escopetas, trasladarse a San Marcos en busca de Borona Virzuela, resguardarla y asegurar su asistencia a la Boda. El ejército partió con mucho sigilo aprovechando la madrugada silenciosa. Rafo inapetente e impaciente, subió las escaleras que conducían al tejado, al cual accedió a través de una claraboya y ya allí, se apoyó en una pared y sentado sobre élse puso a fumar, mientras el cielo azul dejaba ver estrellas, constelaciones, nebulosas y estrellas fugaces.

Apenas la metieron al calabozo a Borona Virzuela, la lanzaron por los suelos y le tiraron encima suyo su vestido de novia. Uno de los maleantes le desató los pies, pero la dejó atada de manos, amordazada y con los ojos cubiertos por una tela. Don Sabino al verla, se lamentó mucho y le dijo:

- ¡Vaya! niña, al final estamos nuevamente juntos, ahora tú no puedes ver ni hablar y yo no puedo ni moverme de tanto golpe que he recibido por tu causa, ¿Qué te parece ahora todo, ¿eh?, vaya, no dices nada, claro ¿qué puedes decir en estas circunstancias? Ahora toca salvar esta situación irónica, ¿no crees?

Borona Virzuela, así como estaba, giró su cuerpo hacia Don Sabino Peret, a quien reconoció la voz. Quiso hablarle, pero amordazada como estaba no podía.

- Tranquila, tranquila, estamos en el calabozo del alcalde, a nosotros, digo nosotros porque el médico también está aquí cerca golpeado, nos han secuestrado y apaleado y a ti te ha caído otro poco, según veo. Ha sido Doña Beatriz quien nos ha traicionado. Pero bueno, aún estamos con vida, mientras podamos hablar hay esperanza, mañana has de casarte y mira tu vestido de novia, tirado en el suelo, como todo lo que tocas, tiraste por los suelos la fe, cuestionaste las costumbres, denunciaste las verdades absolutas, en tu afán relativista y para qué, para llegar a esto. No son tiempos estos y lugares como este los compatibles con tu modo de ser. Tu eres mujer de otro tiempo, de otro lugar, el progreso individual no es progreso. Pero bueno, solo balbuceas. Tu mente fascinante se ahoga entre tu lengua amordazada por el mal, mal al que provocaste.

Borona Virzuela furiosa, se sacudió en vano, mientras una lágrima se deslizó por su bello rostro, humedeciendo el trapo que la amordazaba. Cerca de las tres de la mañana, el alcalde fue informado de la detención y encierro de Borona Virzuela, ordenando al Maleante:

- Una gran noticia, dispones de nueve horas para desaparecer a eso tres. No quiero que quede rastro alguno, ¿me entiendes? - ordenó el alcalde mirándole la cara al maleante, que movió la cabeza afirmando.

- Señor ¿tiene alguna sugerencia de como “desaparecer” a estos dos?

- ¿Tú me lo preguntas a mí?, ése es tu trabajo, qué se yo, lánzalos al río, asfíxiales y entiérralos cerca del túnel de Cahuish, a mi qué me importa, incluso córtalos en pedazos y ve que hacer con ellos- dijo indignado el alcalde.

Lluta-persona, maleante y asesino, no era un tipo simple, por el contrario, era un antiguo matarife, quien antes de beneficiar a las reses, tenía una especie de ritual mágico religioso. Esta vez no iba a ser la excepción, antes que nada, se fue a su casa en búsqueda de ese alcohol barato que consumía y se fue a refrescar a los Baños Termales, allí ya limpio pero borracho decidió bajar a la iglesia a rezar a los pies de Jesucristo, fue allí que descubrió el cuerpo inerte de Doña Beatriz que había exhalado su último aliento a los pies del señor. El Maleante, al descubrir el cuerpo pensó que mejor había que esconderlo, una muerta en plena celebración de boda sería poco “estético” pensó. Así que arrastró el cuerpo de la anciana y lo ocultó debajo de las andas del señor de pascua y lo cubrió con el manto del Arcángel San Miguel a quien dejó desprotegido aquella fría madrugada. Acabada la escena, tomó un crucifijo lo abrazó y entró en trance, sus rezos eran ininteligibles y sus lágrimas oscuras.

Eran las cinco de la mañana y el ejército personal de Don Perico Sánchez, llegó con la noticia de la desaparición de Borona Virzuela, alborotando la casa.

Rafo, sobrepasado por la situación y a escasas horas del inicio de su boda, agarró su escopeta y salió hacia la casa del alcalde. En pleno amanecer se encontró con Don Graciano Sadik quien le preguntó si había visto a Doña Beatriz Cuéllar, su mujer. Ambos hombres intercambiaron pareceres, y llegaron a la conclusión que algo estaba ocurriendo a escondidas. La desaparición del señor Sabino Peret y del médico también fue discutida. El señor Graciano Sadik, le disuadió de ir a casa del alcalde y le pidió regresar a casa con su padre y armar un plan.

Aquel día amaneció con un sol espléndido. Las familias recluidas en sus casas se prepararon para un día de fiesta, el permiso especial que había dado el alcalde empezaba a las doce en punto del mediodía y culminaba a las ocho de la noche, cuando todos tendrían que volver a sus casas.

La casa de Perico Sánchez bullía de actividad, unos desayunaban de pie, otros discutían del lugar probable dónde estaría Borona Virzuela, nadie sabía dónde a ciencia cierta, pero todos estaban seguros de que había sido secuestrada por el alcalde y sus esbirros.

La madre de Rafo calmó a su hijo diciéndole que tal vez Borona Virzuela estaba jugando al escondite y aparecería de súbito en la iglesia.

El cura luego del desayuno se fue a la iglesia a preparar los últimos detalles para dar su homilía. Casi muere de espanto al descubrir al maleante totalmente dormido al pie del Sagrario. Luego de lograr despertarlo le pidió que se fuera. El maleante espantado, salió corriendo hacia el calabozo a ejecutar el plan impuesto por el alcalde para el cual solo disponía de tres horas.

Cerca de las once de la mañana, las niñas y niños vestidos de fiesta empezaron a inundar la plaza de armas, mientras el ejército personal de Don Perico Sánchez patrullaba el pueblo de arriba abajo, indagando por Borona Virzuela. Cerca de las doce se abrieron las puertas de todas las casas y el pueblo volvió a tener vida y alegría, los unos con los otros se saludaban más efusivamente, muchos se trasladaron al Hospital de Campaña para averiguar el estado de sus familiares y exigir su liberación. Un recuerdo de espíritu comunitario invadió los corazones.

Las puertas de la iglesia se abrieron de par en par y el sol entró potente sobre aquel lugar, dándole vida y luz. Los santos se iluminaron a la luz del sol en especial el arcángel San Miguel que, sin su capa, se mantenía erguido y el cuerpo de Doña Beatriz permanecía oculto bajo las andas.

Los invitados empezaron a tomar sus asientos, cada familia ocupaba casi un banco entero, así los Rodríguez con su patriarca el carnicero del pueblo ocupó las primeras bancas, seguidos de los Contreras, comerciantes de comestibles. Los Bardales y sus hijas se sentaron junto a los Pérez. Cerca de los asientos finales, muchos campesinos se agolparon en tropel.

El cura solía ser muy puntual, pero esta ocasión tuvo que esperar cerca de media hora hasta que llegaran los familiares del novio, Rafo llegó con su terno azul y un sombrero de paja blanco.

El cura empezó la misa con el consabido:

“In nomine Patris, et Filii, et Spiritus Sancti. Amen. Introibo ad altare Dei”

La iglesia bullía de gente, mientras el cura decía la misa, los feligreses volteaban la cabeza hacia la puerta cada vez que alguien ingresaba, pensando que sería Borona Virzuela. Dadas las horas, Borona Virzuela, Don Sabino Peret y el médico estarían siendo descuartizados a manos del maleante.

De pronto el cura detuvo la misa, cuando apareció el señor alcalde con su séquito de regidores, su esposa, hija, hijo y su hermana la secretaria del cura. Rafo y el alcalde cruzaron miradas a lo lejos, el alcalde le hizo una seña con la cabeza y Rafo le hizo el mismo gesto, toda la comitiva municipal tomó asiento en las primeras filas y el cura reanudó la misa en la parte del yo confieso:

“Confiteor Deo omnipotenti… orare pro me ad Dominum, Deum Nostrum”

A cerca de la mitad de la misa, todos estaban angustiados por la ausencia de la novia cuando de pronto se oyeron pasos ingresando a la iglesia. Era el maleante, quien solemne y sereno hacía su ingreso ante la apabullante mirada de todos, el alcalde clavó sus ojos en los del maleante, pero no hizo gesto alguno. El asesino tomó asiento, luego se puso de rodillas y se dispuso a orar.

Ya avanzada la misa, cuando el cura decía en latín “por las palabras de este Evangelio sean borrados nuestros pecados”

“Per evangelica dicta deleantur nostra delicta”

Apareció Borona Virzuela flanqueada por el médico y Don Sabino Peret, los tres habían persuadido al maleante de dejarlos libres a cambio de testificar en su favor, en toda causa que estuviera involucrado. La palabra de Sabino Peret había tenido mucho que ver en esta liberación inesperada.

Borona Virzuela lucía un vestido de bodas consistente de una pieza de rojo entero, con el escote ajustado y una raja en la parte baja que dejaba ver sus muslos incólumes. Aparecieron como fantasmas y se quedaron quietos bajo el pórtico de la iglesia, esperando que el cura detenga la misa y pongan la consabida Marcha Nupcial. Sin embargo, el silenció se impuso y el director del coro dio la orden al organista y el coro empezó a entonar el canto quechua “Hanaq pachap kusikuynin”, y como si del cielo bajase una “alegría del cielo”, el cura se arrodilló ante las imponentes notas de la obra musical, mientras decía:

“Domine non sum dignus, ut intres sub tectum meum: sed tantum dic verbo et sanabitur anima mea”

La mezcla del latín y las notas en quechua de la música dieron al ambiente un aire sacro, muy lejos de la fiesta que allí se celebraba, por lo que Doña Gertrudis Moreno casi obligó al director del coro venido de Lima a que entonase la Marcha Nupcial y las notas poderosas de Mendelssohn invadieron todo el ambiente haciéndolo festivo y dramático, las trompetas y violines hicieron brotar lágrimas en muchos de los asistentes.

La novia, el exégeta y el médico empezaron a caminar por el medio, una niña atravesó aquel pasadizo y le entregó un bouquet de rosas a Borona Virzuela. Otras niñas corrieron a agarrar la cola del vestido. Dos adolescentes se pusieron delante de ellos ya que llevaban una la corona que ganase Borona Virzuela en el concurso de belleza de Chavín y la otra la corona obtenida en el concurso provincial en Huari. Sobre la perfecta redondez de su cabeza, Borona Virzuela lucía la corona Regional, la cual adornada con piedras preciosas brillaba espléndida. Con tanto ajetreo la marcha culminó y el pianista empezó a tocar la cuarta Sinfonía de Brahms cosa que alegró mucho a Borona Virzuela.

Todos iban haciéndole gestos y venias a su paso, admirados por el rojo de su vestido y la belleza de sus gestos. El alcalde confundido buscó la mirada del maleante, pero éste arrodillado como estaba tenía la cabeza baja, mirando al piso. Cuando estuvo la corte cerca del alcalde y su séquito, recibieron venias y saludos. Borona Virzuela sonrió ante los hipócritas. Brahms sonaba imponente mientras el cura de pie masticaba frases en latín.

Así la belleza flanqueada por el intelecto y la salud pública, desfilaron triunfantes, mientras algunos niños jugaban alrededor de un anda, en cuyos bajos el cuerpo de Doña Beatriz Cuéllar, se perdía la fiesta.

Rafo impaciente dejó el altar y fue al encuentro de la novia que, debido al efecto de su desaparición, había incrementado su belleza. Le extendió la mano y ambos sonrieron nerviosos.

Borona Virzuela llegó hasta el altar, se puso en la silla especialmente decorada para ella y con un estilo muy suyo, se sentó cual reina de belleza, indicando al cura con un gesto sutil pero firme que continuara con la misa. Con una mueca de impaciencia el cura mandó detener tan bella música y proclamó con fuerza:

- Benedicatvos omnipotens Deus, Pater, et Filius, et Spiritus Sanctus – dijo concluyendo la misa, ante la extrañeza de los contrayentes.

- Amen- contestaron algunos con duda, pero muy sorprendidos.

El cura con una mirada le indicó al director del coro ejecutar el canto final, consistente en la bellísima pieza musical mozartiana Ave verum corpus. Empezó a sonar el coro en pleno invadiendo aquel lugar de paz y recogimiento. Ante la confusión que se generalizó al ver al cura abandonando la ceremonia, fue Don Perico Sánchez quien levantándose de sus asientos se dirigió a él, le detuvo del brazo y le pidió casar a los contrayentes. El cura le dijo:

- No seré yo quien bendiga un matrimonio aberrante - luego se dispuso a abandonar la iglesia, pero los hombres de Perico Sánchez sacaron sus armas y se lo impidieron, exigiéndole culmine la ceremonia nupcial. El cura fue conducido por dos hombres armados ante los novios.

- Teníamos un trato señor, un trato es un trato – insistió Don Perico Sánchez

La cosa se puso más tensa cuando un niño encontró el cuerpo inerte de Doña Beatriz Cuéllar envuelto en el manto del Arcángel San Miguel. Espantados los que ahí cerca estaban huyeron, mientras algunos mayores se acercaban a verificar si la beata estaba muerta. Los ánimos se caldearon al descubrir que la anciana estaba fría. Reinó la confusión, fue ese momento en el que el alcalde quien se había mantenido en silencio observándolo todo aún sentado se puso de pie, soltó los botones de su terno gris, dejando ver en su totalidad una corbata granate sobre una camisa azul. Clavó sus ojos en las espaldas de Borona Virzuela, como si estuviera midiendo algo, mirando alternativamente a Sabino Peret.

Don Sabino Peret que andaba viendo la escena, se dio cuenta de las intenciones del alcalde y se puso a gritar:

- Disparen al alcalde, dispárenle, está armado, dispárenle- gritó el anciano, mientras corría hacia Borona Virzuela para cubrirla con su cuerpo.

Pero su voz tenue no se dejó oír, salvo por la propia Borona Virzuela que giró el cuerpo para ver qué pasaba hacia donde estaba el alcalde, quien de un movimiento veloz sacó un arma y de un certero disparo, atravesó el corazón de la novia.

Borona Virzuela se desplomó cayendo en un eterno descenso. Sabino Peret cayó con toda su humanidad sobre el cuerpo de Borona Virzuela y recibió otro tiro de parte del alcalde. Con un último aliento Borona Virzuela le dijo a Don Sabino Peret.

- Esto se ha acabado, tenía razón el vestido era inadecuado. En otro tiempo en otro lugar, ¿verdad? - le dijo Borona Virzuela a Sabino Peret.

- Si, en otro tiempo, en otro lugar – atinó a repetir Don Sabino Peret, mientras Borona Virzuela expiraba su último aliento.

Así cayó Borona Virzuela, una mujer más asesinada por el poder masculino, destronada de su sitial, cayó como cayeron tantas diosas de sus altares. La corona fue a dar contra el piso y el bouquet cayó delante de ella deshojándose. Tras un silencio, otro disparo le rozó la cara al cura, quien se cubrió la herida con las manos y muy asustado huyó despavorido.

Los hombres de Perico Sánchez apuntaron al alcalde, pero ante el tumulto generalizado, se abstuvieron de hacerlo, cosa que aprovechó el alcalde para salir de la iglesia ayudado por sus compinches. Cerca de la puerta vio al maleante, quien se puso de pie y sin dudarlo se disparó un tiro en la cabeza, esto generalizó el espanto, horrorizó a niños y niñas. Los disparos de uno y otro bando invadieron todo el ambiente, destrozando los vitrales. Incluso un tiro partió en dos al desprotegido Arcángel San Miguel. Mientras esto ocurría cerca de la salida de la iglesia, adelante, cerca del altar mayor el cura lograba escabullirse y salir de allí hacia la Parroquia a tomar la camioneta y huir hacia Huaraz.

El señor Graciano Sadik, quien estuviera de rodillas llorando sobre el cuerpo de Doña Beatriz, se puso de pie y con calma ante ese tumulto salió por en medio de la iglesia, mientras el coro continuaba en su idílico romance musical ajeno a la tragedia, obligado por el contrato.

A lo lejos vio Don Graciano Sadik al alcalde huyendo hacia la municipalidad. Ya fuera de la iglesia, se acercó por las espaldas a uno de los hombres de Perico Sánchez y sin pedírselo le quitó el arma, apuntó con él, colocándola sobre la mano izquierda y soltó una ristra de disparos que logró darle en pleno muslo. El alcalde cayó y luego se repuso ayudado por sus compinches, quienes le introdujeron a la camioneta del municipio y se lo llevaron calle arriba con dirección a Huaraz.

Los disparos del interior de la iglesia se trasladaron a las inmediaciones de la plaza de armas, que lucía repleta de heridos y muertos. Ante la huida del alcalde los hombres de Perico Sánchez subieron a otra camioneta e iniciaron la persecución. En la salida del pueblo se cruzaron con la camioneta del cura quien también huía a toda velocidad. Los hombres de Perico Sánchez dieron certeros tiros en las ruedas de la camioneta municipal dejando al alcalde a merced de los disparos, pero he aquí que el señor cura detuvo su camioneta auxiliando al alcalde y logrando huir ambos.

Los hombres de Perico Sánchez quedaron atrapados en otro tiroteo, cosa que les impidió la persecución.

Mientras tanto en la iglesia Rafo Sánchez acongojado e impotente ante la muerte de su amada, la elevó entre sus dos brazos y se dispuso a irse de aquel lugar. Tras él, su madre y familiares iban sollozando al compás de la etérea música que entonaba el coro. Con calma y solemnidad fueron trasladados los restos de Borona Virzuela, hacia fuera de la iglesia, alguien subió al campanario y se puso a dar campanadas cadentes. Las personas que aún estaban en la iglesia se aglomeraron tras Rafo y en procesión sacaron a la diosa caída. El coro por fin se quedó en silencio y las puertas de la iglesia fueron cerradas. A su vez el cuerpo de Doña Beatriz Cuéllar también fue sacado y colocado sobre una manta, víctima de su fe ciega en el cura.

Rafo y su corte improvisada ya fuera de la iglesia caminaron en silencio hasta el centro de la Plaza de Armas, Rafo colocó el cuerpo inerte de Borona Virzuela en el piso y dio por fin un grito que horrorizó a todos mientras articulaba un “No” largo y doloroso.

Mientras tanto en casa de Don Perico Sánchez la orquesta ajena a la tragedia estaba dispuesta en el patio de la casa y empezó a entonar el famoso vals “Chavineña” del profesor Carlos Espinoza Lazarte y Ramón Arce a todo volumen. En medio del patio adornado con flores, se dejaba ver en lo alto presidiendo el espacio el retrato a lápiz de Doña Gertrudis Moreno, firmado por Borona Virzuela. El buffet estaba servido, las bebidas y la chicha de jora aguardaban a los invitados.

Los capturados en el Hospital de Campaña se rebelaron y lograron su libertad e inundaron la plaza con ansias de venganza. Pero los cómplices habían huido. Sin embargo, lograron capturar a su hija e hijo y atados de manos los condujeron al calabozo del municipio, donde su padre torturaba a los opositores, que éstos se apuraban en señalar. Fueron estos quienes azuzaron a la población a incendiar el municipio. Se pusieron manos a la obra, antes tuvieron que sacar del calabozo a los hijos del alcalde ahí detenidos y procedieron a incendiar aquel antro de corrupción. Así el fuego devoró la institución más significativa del pueblo en un santiamén. Era como si la rabia hubiera unido en un único propósito al pueblo.

Mientras tanto otro grupo de los “herpéticos” se unió al cortejo fúnebre y colocaron el cuerpo de Borona Virzuela sobre una camilla, la elevaron entre varios y se la llevaron para preparar su sepelio.

Cuando los prófugos llegaron cerca de la última curva antes del túnel que atraviesa la Cordillera de los Andes, la hemorragia empezó a hacer estragos en el cuerpo del alcalde, su tez se puso amarillenta, el frío empezó a invadir aquel putrefacto cuerpo ad portas del túnel, luego expiró. El cura sin pensarlo sacó como pudo el cuerpo aun tibio del alcalde y lo lanzó por un costado de la carretera, dejando rodar el cuerpo unos metros. Luego siguió su viaje hacia Huaraz, previo paso por el distrito de Cátac.

Don Perico Sánchez mandó avisar a sus familiares en Cátac que el cura acababa de huir y que había que detenerlo vivo o muerto. La camioneta con el cura de conductor ingresó al pueblo de Cátac, inconsciente él de la amenaza que se cernía sobre su cabeza siguió avanzando calle arriba, pero de pronto vio una fila de hombres armados que empezaron a dispararle, mientras él pisaba el acelerador.

Días después, en la autopsia realizada en Huaraz al cuerpo del cura, se extrajeron cerca de doscientas balas que había recibido en todo su cuerpo.

- * -

Las exequias de Borona Virzuela fueron uno de los eventos más recordados por el pueblo, por su solemnidad y elevado carácter trágico, fue velada en el patio preparado para la fiesta de bodas, y el pueblo acongojado comió y bebió a gusto. Mandaron hacer un ataúd blanco y enorme, casi napoleónico, la vistieron de rosa y violeta. Embalsamada cual faraona fue trasladada por las calles, camino del cementerio junto a los restos de Doñas Beatriz Cuéllar. Don Graciano Sadik enterró sin misa de por medio a su mujer.

El cuerpo agujereado del cura al no ser admitido en el cementerio de Huaraz fue trasladado a Lima, donde fue incinerado contra sus deseos. Previamente le hicieron una misa de cuerpo presente en español.

El cuerpo del maleante fue desaparecido por sus compinches, algunos dijeron que lo lanzaron al río Mosna.

Tras la desaparición del cuerpo de José Malpartida Colchado exalcalde distrital de Chavín de Huántar en la peor etapa de toda su historia, nunca fue hallado. Se cree que sus compinches lo enterraron a escondidas y con un nombre falso y se dice que, a falta de ataúd, fue enterrado en una cama de billetes y monedas. A falta de cruz, sus compinches robaron la cruz de otro nicho y la colocaron encima de donde enterraron al alcalde. Esta es la razón que da explicación del porqué de cuando en cuando algunas personas facinerosas profanan sepulturas en el cementerio de Chavín, en busca de aquel tesoro extraído de las arcas municipales.

Culminada las exequias, cerca de las dos de la tarde, Rafo subió a un bus interprovincial de la Empresa de Transportes El solitario, y partió a de viaje a Lima en un principio, pero luego se supo que se había ido fuera del país.

En el mismo bus subieron tres policías con los hijos detenidos del alcalde. Los sentaron con las manos atadas en los asientos finales, cerca del medio Don Graciano Sadik iba sentado abrigado por una frazada.

Mientras algunos se iban, en una camioneta de la Prelatura de Huari hizo su arribo un nuevo cura, más joven que Don Leónidas. Apenas vio la iglesia carbonizada dijo:

- De los escombros se levantará tu iglesia señor.

Y no estaba el pueblo para decirle amen y tuvo que decirlo el mismo.

Años después falleció Don Sabino Peret mientras dormía en su cama. Tenía abrazado a su cuerpo el autorretrato de Borona Virzuela, quien le había encargado entregar en calidad de obsequio al señor alcalde, cometido que no llevó a cabo, quedándose con el autorretrato. El él se veía a Borona Virzuela abrazando el libro “El segundo sexo” de Simone de Beauvoir. El cuadro en mención es de visita turística obligada, se lo puede ver en las instalaciones del Centro de Salud, Donde el médico continuó luchando contra la desnutrición infantil en soledad. Una mujer extraña llegó desde Lima y dijo a los familiares de Don Sabino Peret que era hermana del cura, y que entre sus cartas había encontrado una en que Don Sabino Peret le exigía le devuelva un ensayo que puso en su consideración, hizo entrega pues del ensayo con una profusa crítica y observación hecha por el cura. Años después se publicó dicho libro que está disponible incluso en la internet.

Otra visita obligada en el pueblo de Chavín de Huántar es desde luego su Monumento Arqueológico y su Museo Nacional, sin embargo, últimamente muchos turistas y locales, suelen viajar al distrito además para visitar y llevar flores moradas al cementerio donde descansa en paz en un imponente nicho, la “diosa de los andes”. En cuya lápida se pueden ver incrustadas las tres coronas y se deja leer:

                             “Ite, missa est”

                 “Váyanse, se acabó la Misa”

                           Borona Virzuela

                              1986 - 2006